El Hijo

El Hijo es el proyecto de canciones de Abel Hernández, el músico madrileño que fuera cantante compositor y guitarrista en Migala y la mitad del dúo Emak Bakia. La discografía de El Hijo abarca los mini-elepés La piel del oso (2005) y Canciones gringas (2006), el single junto a Ornamento y Delito Soltero negro (2011) así como los álbumes Las otras vidas (2007), Madrileña (2010), Los movimientos (2012) y Fragmento I (2015), cosechando una buena acogida por parte del público y un éxito de crítica. Las composiciones de El Hijo se caracterizan por sus cuidadas letras en castellano y por un sonido de gran riqueza musical entre el folk anglosajón de los 60-70, cierto rock psicodélico y el pop independiente actual más inquieto y explorador.

Hace 10 años, el músico y productor madrileño Abel Hernández emprendía un nuevo rumbo en solitario, refugiándose bajo la piel de su lengua materna y en una clase de canción de autor intimista de género fantástico. Una especie de realismo mágico musical, alucinado y no confesional que fue desplegando y ampliando musical y estilísticamente hasta lo que seguramente haya que considerar el final de una primera etapa: el álbum Los movimientos (autoeditado 2012).

Tras ese disco, el músico y productor madrileño sintió la aguda necesidad de cambiar algunas cosas en su relación con la forma de hacer música. El proceso, según él mismo nos cuenta, consistió en abandonar los caminos que ya conocía. Olvidar para empezar a aprender de nuevo. Así que Abel dejó la seguridad compositiva de las canciones del viejo folk heredado de otros tiempos, hecho con arpegios acústicos y poesía psicodélica, para intentar conectar con lo que él considera una de las formas del folk contemporáneo: la música electrónica construida módulo a módulo con un ordenador y un poco de software por cualquiera, en cualquier lugar y tirando casi de cualquier idea. Un nuevo folk donde el polvoriento camino se vuelve información atomizada. Que parece tocado por máquinas solitarias. Con sonidos sintéticos y procesados y comportamientos tan repetitivos, automáticos, caóticos e inconexos como los flujos mentales alienados y oscuros en esta época ultraliberal de asesinato, odio, baile y desierto. En esta sociedad de flujo cibernético.

Así llegamos al nuevo disco de El Hijo. Se llama Fragmento I y dura menos de un cuarto de hora. En su edición física contiene 4 canciones y lo publica Discos de Kirlian, en un vinilo de 7″. Lleva una imagen del portugués André Romão en la cubierta donde se ve la cabeza vacía de una escultura de Augusto Comte tirada por el suelo.

Abel Hernández dice haber querido recuperar en él algo de la primera fascinación de las autoproducciones caseras de sus inicios, con las artesanías y collages sonoros previos a Migala y Emak Bakia hace ya 20 años. Pero al escucharlo uno descubre que no contiene pasado sino que se sostiene en una mirada al presente del mundo y al futuro de los medios, especialmente al PC y las posibilidades de trabajo con el sonido y la música que facilita. Fragmento I ha sido ensamblado prácticamente del todo con software. Es más un destilado de procesos de producción que de composición.

Pasar de hacer música a partir de la composición con acordes y melodías a hacerlo a partir de los procesos con el sonido, sus bucles y modulaciones, presenta al músico tantos caminos inexplorados como elecciones que pueden funcionar como detonantes. En este proceso se encuentra a sí mismo siendo el niño que coge su primer instrumento. Tiene todas las opciones encima de la mesa y le toca elegir. Por eso lo que inaugura Fragmento I no es un nuevo camino. Es un nuevo momento más libre para El Hijo en que se abren todos los caminos que pueda imaginar. Salir del camino significa evitar los caminos.

Fragmento I contiene canciones por mucho que asuman con fe los planteamientos de la electrónica, y que el ritmo y la textura del sonido se hayan vuelto lo más importante en muchos momentos. Segismundo, El que odia, Viñeta y Naturaleza muerta, de hecho, hablan de cosas tan reales como poco usuales hoy, cosas en las sombras de la soledad global. Aquel primer EP del El Hijo de 2005 empezaba con el recuerdo de un sueño donde donde el mundo era un lugar mezquino lleno de cosas y máquinas bajo el sol y de ruidos en cada oscuridad y todos se engañaban a sí mismos. Quizás Fragmento I sea el recuerdo de otro sueño. Quizá sea el principio de otra cosa más grande, la primera piedra, el primer balbuceo.